Energy retrieval, recupera tu energía


A lo largo de la jornada usamos y desprendemos energía constantemente, tras lo cual acabamos cansados, drenados e incluso a veces con la sensación de habernos quedado vacíos, pero esta energía no se ha perdido sino que está en otra parte, cerca de nosotros. Ya que nuestra energía lleva nuestra firma, por así decirlo, parte de ésta se puede recuperar "llamándola" mediante una sencilla práctica llamada energy retrieval o recuperación de energía.


Para sentirte de nuevo energetizado y recuperar la claridad mental y el equilibrio puedes llamar a esa energía para que vuelva a integrarse en tu sistema. El procedimiento es sencillo y te lo explico a continuación :

1. Siéntate en un lugar donde te encuentres cómodo y cierra los ojos.

2. Respira profundamente varias veces y relájate.

3. Localiza tu energía.

Recuerda cómo ha sido tu día (incluso tu semana), lo que has hecho, dónde has estado, las personas con las que has interactuado... Presta especial atención a las situaciones y personas a las que puedes haber dado más energía (momentos de estrés, lugares de baja frecuencia, personas que demandan de ti mucha atención, una discusión, un momento de baja autoestima o de frustración, una mala noticia...) Deja que esta información en forma de recuerdos llegue a tu mente. Sé consciente de esas situaciones y de que ahí has dejado partes de tu energía.

4. Visualiza la energía volviendo a ti.

Revisa una a una esas situaciones y, en cada una de ellas, imagina que esa energía que dejaste allí se desprende del lugar donde estaba y viene flotando hacia ti, si te resulta más cómodo pídele que vuelva a ti, en alto o en tu mente; visualízala como una corriente de luz dorada que se acerca a ti y deja que entre por tu boca suavemente para volver a reintegrarse en tu cuerpo. En tu cuerpo existe un centro, imagina que la luz dorada fluye hacia ese punto en tu interior y se une con él. Luego visualiza ese centro como una luz brillante que va creciendo más y más y se expande por toda tu aura, capa a capa, llenando de luz no solo tu cuerpo fisico sino todo el cuerpo energético.

5. Continúa hasta que toda tu energía haya vuelto a ti y el flujo dorado se haya integrado totalmente en tu sistema energético.


Practicando este ejercicio diariamente notarás como incluso en los días más agotadores no pierdes tanta energía y no terminas la jornada extenuado, serás capaz de gestionar tus reservas energéticas mucho más eficazmente y te sentirás en general mejor, tanto física como mental y anímicamente.



La quietud interior: conecta con tu esencia



Te propongo un ejercicio: piensa en el día de ayer y trata de recordar los pensamientos que cruzaron por tu mente a lo largo de toda la jornada. ¿Te resulta difícil?, ¿son demasiados, demasiado variados, demasiado peregrinos como para retenerlos y recordarlos todos? Exacto.

Pasamos nuestra vida pensando miles de cosas cada día, haciendo malabarismos con las ideas que generamos, con los pensamientos que llegan a nuestra mente, con los recuerdos que acuden a nosotros y los planes que hacemos y deshacemos constantemente, y todo este tráfico mental se convierte en un ruido ininterrumpido que nos agota y nos impide muchas veces disfrutar de unos momentos de paz.

El ruido externo es el equivalente al ruido interno del pensamiento, así como el silencio externo se equipara a la quietud interior. Para ilustrar este punto te propongo otro ejercicio: imagina que estás en la calle, en una muy concurrida, oyes el tráfico, el claxon y el chirriar de los frenos de los coches, el parloteo de la gente que viene y va, el taladro y los martillazos de los trabajadores en la obra cercana, la sirena de una ambulancia que pasa a toda velocidad. Déjate impregnar por todos estos ruidos, insértate mentalmente en este escenario caótico y experiméntalo de la forma más vívida posible.

Ahora imagina que te encuentras en medio de un bosque, te sientas en el suelo alfombrado de hojas verdes y escuchas los sonidos del entorno; un rozar apenas perceptible de las hojas de los árboles movidas por un suave viento, el trino de un pájaro, una fina rama que se quiebra, el rumor del agua que corre en un arroyo lejano. No oyes voces ni aparatos ni estridencias, solo la apacible presencia de la Naturaleza. Experimenta este escenario lo más vívidamente posible y déjate envolver por la paz que se respira en él.

Si comparas lo que has sentido en ambos supuestos conocerás la diferencia entre el silencio interior y el ruido del pensamiento, pues lo que transmiten las condiciones de los escenarios externos se equipara a la vivencia interior en ambos casos.

La quietud interior no es tan solo un estado deseable para estar en paz, que te sirve para relajarte y tener cierto grado de tranquilidad, es lo que te permite estar en contacto contigo mismo. Si te falta quietud no puedes conectar con tu ser interior, te hallarás a merced de la mente y te sentirás perdido en el ruido del mundo, conectarás tan solo con la mente y su parloteo, pero no con tu verdadera esencia.

Ahora que ya sabes lo importante que es para el Ser encontrar la quietud interior, te propongo varios ejercicios que te pueden ayudar a conseguirla y, por tanto, a mantenerte conectado con tu esencia.

1. Observa la Naturaleza sin pensar, solo mira, no juzgues, no analices, no pienses. Observa. El árbol, la flor, la brizna de hierba no tienen problemas que resolver ni recuerdan ni proyectan, solo están ahí, siendo un árbol, una flor o una brizna de hierba, vivos y presentes, son seres que existen en la quietud y al observarlos conectas con ellos, al hacerlo conectas con su quietud y accedes a la tuya propia, con lo cual conectas con tu propia esencia.

2. No necesitas ir muy lejos ni a un sitio especial para conseguir quietud, ni siquiera necesitas encontrar un lugar silencioso; el ruido puede ser tan útil como el silencio para conectar con tu interior, solo tienes que dejarlo ser, aceptarlo tal y como es; si lo rechazas sufrirás y no tendrás paz, si lo aceptas permitirás que el mundo sea como es, no dejarás que tu mente luche, no obstaculizarás el flujo de energía bloqueándolo con tu resistencia, y estarás en paz, sereno. Como ves, cualquier lugar es bueno para conectar con tu silencio interno.

3. Pon atención a las pausas, pues en ellas no hay pensamiento y se encuentra por tanto la quietud; pausas entre palabras, entre aspiración y expiración, entre pensamientos. Atiende a estos espacios de silencio para concienciarte de la quietud y acceder a ella.

4. Observa, escucha, siente… sin pensar. Deja que la mente descanse por un momento, permítete ser en este instante, simplemente deja que todo sea como es, no intentes cambiarlo ni luches contra él (ya lo hará tu mente en cuanto vuelva a la acción, volverá a intentar solucionar un mundo que no funciona, a decirte lo que está mal y lo que debería ser, a sufrir las injusticias y a darle vueltas a todo). De momento, en este instante, solo observa sin pensar, escucha sin juzgar, siente sin analizar. Solo sé.


Cualquier momento y lugar son buenos para conectar con tu interior por medio de alguno de estos ejercicios y acceder a la quietud interior; puedes hacerlo varias veces al día o una sola vez, por medio de largos periodos de meditación o a breves instantes para darte un respiro y volver a tu centro cuando sientes que te falta paz, equilibrio, serenidad. Recuerda: conectar con tu esencia a través de la quietud en lugar de dejar que la mente te agote con su parloteo incesante… es tu elección.



4 pasos para encontrar tu camino

Artículo basado en "4 steps to find your life´s path" de Martha Beck


Primer paso: la quietud


¿Por qué es tan importante?

La quietud es clave para escuchar nuestra voz interior, ésa que nos "susurra" constantemente cual es el mejor camino a seguir y que normalmente no escuchamos o confundimos entre todo el ruido de nuestra mente. Por supuesto si no tenemos esa quietud interior la vida nos comunicará igualmente sus lecciones, pero no lo hará tan "delicadamente" como cuando escuchamos concientemente, si la ignoramos nuestra voz interior tendrá que gritar y su indicaciones serán menos sutiles.

Obstáculos

Si recientemente has sufrido una pérdida, sientes dolor o confusión, tu mente estará creando ruido para evitar que experimentes plenamente esas emociones que considera negativas e indeseables, pero ésa es precisamente la clave aquí, experimentar ese dolor, ese miedo, la ira, la tristeza o la angustia... en la quietud. No se trata de hacer nada, solo de sentir lo que sientes, sin juzgar, sin rechazarlo, en silencio e inmóvil durante unos minutos, observar concientemente cómo la emoción sigue su curso, cómo crece en tu interior, estalla y finalmente se diluye.

¿Cómo conseguirlo?

Afortunadamente la quietud no es algo que solo los maestros de la meditación pueden alcanzar. Comienza con un ejercicio físico concreto y simple: sentarse o tumbarse, quedarse quieto y respirar. Por difícil de creer que pueda ser, algo tan simple (pero no siempre fácil) como respirar es un punto crucial para conseguir la paz interior y para caminar por la vida con paso seguro; los patrones de respiración cambian el estado de nuestro cerebro y nos permiten crear la calma necesaria para sobrevivir a situaciones difíciles.

Intenta lo siguiente: siéntate con la espina dorsal lo más recta posible, e imagina que estás suspendido desde arriba por un hilo de luz brillante que sale de lo más alto de tu cabeza. Luego imagina que por ese hilo va bajando una luz que se desliza a lo largo de tu columna. Mantén la espalda recta y alineada con el cuello para que la luz encuentre su camino por el interior de la espina dorsal. Después respira tan profundamente que el torso se expanda hacia fuera, llena tus pulmones de aire pero respira también con el abdomen. Exhala y vacíate por completo de aire, y luego deja que tu cuerpo decida cómo seguir respirando. Observa este proceso y date cuenta de que no tienes que encontrar la forma de respirar, tu cuerpo sabe perfectamente cual es el mejor patrón para oxigenarse adecuadamente.

Repite esto siete u ocho veces mientras observas lo que llega a tu mente, no trates de pararlo, de manejarlo o juzgarlo. Verás que tu mente piensa en cómo respiran tus pulmones; cuando esto ocurra, has conseguido distanciarte del cuerpo y de la mente, y te encontratrás en el centro de la conciencia, el lugar de quietud donde tu voz interior te susurra.

Segundo paso: la Verdad


¿Qué significa "saber la verdad"?

No hace falta que tengas una epifanía filosófica, simplemente que sepas conscientemente qué te está pasando, qué ocurre dentro y fuera de ti: tus circunstancias, tus sentimientos y pensamientos en este monento de tu vida.

Normalmente ocultamos (a los demás y a nosotros mismos) aspectos de la verdad que nos negamos a afrontar. Encontrar concientemente esas verdades es una clave para el cambio positivo; realmente la verdad nos hace libres en tanto que libera esa resistencia al cambio que nos mantiene estancados en el miedo a afrontar ciertas realidades (piensa que el primer paso para la recuperación de un alcohólico es afrontar concientemente -y decir en alto- que lo es) En el momento en que encontramos y miramos de frente a "nuestra verdad", los cambios positivos comienzan. No tienes que empezar con grandes revelaciones, puede ser tan simple como reconocer que algo no te gusta o que te has equivocado en algo que te cuesta admitir.

Obstáculos

Lo hacemos cada día, decimos "estoy bien" cuando en realidad estamos enfadados, o dolidos, o cansados; fingimos estar cómodos en una situación que nos desgrada para limar asperezas en nuestras interacciones; ignoramos un comportamiento de alguien que nos importa por mantener viva la esperanza de que cambiará, o elegimos no ver la verdad que haría cambiar nuestras vidas porque es más cómodo y menos atemorizador quedarnos como estamos, por dolorosa o incómoda que sea nuestra situación ("más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", que dirían algunos) Sin embargo abrir los ojos a la verdad es la forma de vencer nuestros miedos y de sanar las heridas de nuestra vida. La questión es, ¿cómo hacerlo?

¿Cómo saber la Verdad?

Una vez has conseguido tu espacio de quietud, coje papel y bolígrafo y trata de terminar estas frases:

1. Lo que realmente no quiero saber es que...
2. Estoy evitando ver el hecho de que...
3. La verdad fundamental de mi vida es...
4. Estoy intentando no pensar en...

Puede que solo te sujan ideas ligeras sobre aspectos sin gran importancia, pero también puede que grandes miedos, intensa ira o sentimientos profundos emerjan; en ese caso no trates de paralos o manejarlos, deja que surjan y obsérvalos desde la quietud, hasta que lentamente se diluyan. Recuerda que no tienes que hacer nada, tan solo ver la verdad con ojos sinceros.

Paso tres: los deseos del alma


¿Por qué son tan importantes?

A veces vamos por la vida esperando que los demás adivinen nuestros deseos y nos los ofrezcan en bandeja, pero los demás no pueden leer nuestra mente y, aunque pudieran, no conseguirían (ni tendrían por qué) cumplir todos nuestros deseos, especialmente si ni siquiera nosotros tenemos claro cuáles son esos deseos. Muchas veces tenemos una vaga sensación de querer algo, un anhelo impreciso o la intuición de que nos falta algo para ser felices o sentirnos completos.

Esto es una indicación de que es el momento de aclararnos con nuestra alma y descubrir qué es lo que ésta desea. En la mayor parte de los casos ya lo sabemos, solo tenemos que reconocerlo concientemente, y eso se consigue dejando de escuchar constantemente a nuestra mente.

Obstáculos

El mayor obstáculo que nos impide descubrir los deseos del alma es la mente. La mente está condicionada por patrones de cultura, por todo lo que nos han enseñado a creer, por los juicios y prejuicios que hemos ido acumulando a lo largo de la vida, y eso por no mencionar los miedos que empañan nuestra percepción interior y exterior. La mente nos dice lo que creemos que queremos y necesitamos según todos esas influencias adquiridas, el alma "sabe" lo que realmente queremos y necesitamos desde nuestra esencia.

Mientras que la mente formula sus deseos de cosas externas, el alma conoce las necesidades de nuestro ser, los anhelos profundos (imagina una mente que desea ganar la lotería como traducción del anhelo de liberarse de preocupaciones materiales que siente el alma, o un alma que desea sentir la conexión con todo ser y una mente que interpreta ese deseo como la necesidad de encontrar la pareja perfecta) Normalmente la mente nos muestra un eco vago del deseo del alma, y para llegar a distinguir uno del otro necesitamos la quietud y la verdad de que hablábamos en los pasos anteriores.

Así que respira profundamente y disponte a escarvar en la verdad para encontrar lo que tu alma realmente desea. Puede que el siguiente método te ayude:

Coge papel y anota: "Cosas que quiero". Bajo este epígrafe haz una lista de tantas cosas como puedas desear (un coche nuevo, un trabajo mejor, adelgazar, irte a vivir a otro país... lo que sea) Después da la vuelta a la página, escribe: "Cosas que anhelo" y empieza a apuntar. Seguramente en esta lista aparecerán cosas que no estaban en la lista anterior, la que elaboró tu mente (si querías una casa seguramente anhelabas seguridad, si querías belleza probablemente anhelabas autoaceptación...)

Una vez tengas la lista de los anhelos de tu alma, no pienses en cómo conseguir todo eso (probablemente tus métodos fallarían de todas formas, porque comprarte una casa no va a darte automáticamente la seguridad que buscas, por mencionar un ejemplo), despreocúpate y deja que el universo se encargue. Cuanto más te despreocupes antes ocurrirá... y créelo, ocurrirá.

Paso cuatro: la confianza


¿Por qué es tan importante?

Despreocuparte es la forma natural de confiar en el Universo (o Dios o la Fuente o como prefieras llamarlo) y en que los deseos de tu alma serán escuchados y concedidos una vez los has formulado concientemente. Este es uno de los procesos más poderosos y mágicos que es capaz de llevar a cabo el ser humano, y forma parte de la sabiduría ancestral; en estos tiempos en que la mente nos "guía" por caminos de confusión, desconfianza y miedo, la confianza en el Universo es aún más importante para encontrar nuestro verdadero camino, el que el alma nos indica con sus deseos.

Obstáculos

A veces la vida nos ofrece regalos que no aceptamos porque la mente desconfía y no cree que algo bueno se nos pueda dar de forma gratuita. Las experiencias y convicciones adquiridas por la mente nos han enseñado a desconfiar y nos impiden muchas veces disfrugar de los regalos de un universo generoso. Asumimos sin rechistar que la vida es dolorosa e injusta, y esperamos que nos volverá a jugar una mala pasada, como ya nos ocurrió en aquella ocasión, o como le pasó a este o aquel conocido... pero éste es un proceso mental que debemos detener, y lo haremos aprendiendo a confiar.

¿Cómo confiar?

La imposibilidad de abrirnos a la esperanza nos bloquea, y ese bloqueo es la causa de muchos sueños rotos. Abrete de nuevo a la esperanza y confía en que el universo te concederá los deseos que alberga tu alma. Puedes empezar con algo sencillo a modo de experimento; identifica un deseo del corazón, algo sencillo pero que realmente surja de tu centro (como el deseo de oler a flores o de escuchar música), luego elije confiar en que te será concedido y mantente abierto a cualquier forma que el universo quiera usar para concedértelo, no pienses siquiera en qué forma podría ser ni busques el resultado, simplemente confía y despreocúpate. Tu confianza será recompensada.

Un ejercicio final: haz una lista de los deseos del alma que se te han concedido en el pasado. Luego toma cada uno de ellos y piensa en qué levó a que se cumplieran (un golpe de suerte, una "casualidad", un inesperado benefactor, una repentina inspiración que te ayudó a desencadenar todo el proceso...) Te darás cuenta de que el Universo ya te ha estado ayudando de distintas formas. Confía en que lo seguirá haciendo.


Si quieres saber más sobre Martha Beck, en cuyo artículo se ha basado este texto, haz clic aquí.



Desarrollo de los aspectos del alma

Seis ejercicios para el pensar, el sentir y el querer


El pensar, el sentir y el querer (o la voluntad) son tres aspectos que conforman el alma y que están en principio unidos de forma natural. Sin embargo, conforme vamos practicando más y más la meditación y desarrollando nuestra espiritualidad, estos tres aspectos se desunen, se van separando y pueden llegar a funcionar en desacuerdo. Por ejemplo, sentimos algo que no entendemos, que no sabemos ni de donde ha surgido, o nuestra mente da una respuesta y nuestro corazón otra.

Los seis ejercicios que se proponen a continuación pretenden unir de nuevo en pensamiento, el sentimiento y la voluntad, así como purificarlos. Cada ejercicio debe practicarse durante un mes y en el orden propuesto; la importancia de seguir este orden radica en que unos afectan a otros, y no se puede llevar a buen término uno si antes no se ha practicado e integrado el anterior y por tanto adquirido la correspondiente capacidad.


Los ejercicios, que iré publicando uno a uno al principio de cada mes, son los siguientes:

1. Control del pensamiento
2. Desarrollo de la voluntad
3. Equilibrio del sentimiento
4. Fomento de la positividad
5. Apertura a la novedad
6. Armonía interior

A continuación iré explicando cómo realizar cada ejercicio, su duración, algunos consejos para su ejecución y lo que se pretende conseguir con cada uno.

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1.- Control del pensamiento

Nuestros pensamientos diarios se ven influenciados y condicionados por nuestras emociones, deseos y circunstancias, vienen y van con escaso control por nuestra parte o, en ocasiones, totalmente descontrolados.
Este ejercicio, con el que se pretende conseguir un mayor control del pensamiento, consiste en elegir un objeto, un simple utensilio de apariencia anodina, observarlo sin emoción, simplemente reflexionando sobre distintos aspectos del mismo, pero siempre tratando de mantener el hilo del pensamiento. Este objeto se mantendrá durante varios días y, cuando ya creamos haber agotado nuestras ideas acerca de ello, seguiremos un par de días más antes de elegir el siguiente objeto y repetir el proceso.

Para reflexionar sobre el objeto elegido se recomienda usar preguntas y responderlas, del tipo “¿de qué material está hecho?”, “¿cómo se fabricó?”, “¿para qué sirve?”… Se puede incluso buscar información antes de iniciar el ejercicio, para luego poder contestar en nuestra mente a las preguntas que formulemos.
Usar los sentidos es también recomendable, no solo se trata de observarlo visualmente sino de percibirlo completamente; pregúntate ¿a qué huele?, ¿cómo suena?, incluso ¿cómo es su sabor?, su textura, peso, forma, color, etc…

Este ejercicio debe realizarse diariamente durante un mes, al menos durante cinco minutos al día. Resulta fácil perderse en los detalles y divagar, especialmente al principio, cuando tenemos poco control sobre nuestros pensamientos; si perdemos el hilo, debemos desandar el camino de nuestro pensamiento y retomar el hilo tratando de no volverlo a soltar.

2.- Desarrollo de la voluntad

Durante el segundo mes practicaremos el ejercicio de la voluntad. Esta práctica debe realizarse el menos una vez al día y podemos elegir la misma hora (o el mismo momento) cada día o, lo que puede resultar algo más difícil, distinta hora pero eligiendo previamente el momento.

El ejercicio consiste en elegir una acción sencilla que implique movimiento físico y recordar llevarla a cabo cada día. Podemos desatar y volver a anudar el cordón del zapato, dar un pequeño salgo, chasquear los dedos o quitarnos y volvernos a poner n anillo, cualquier acción es válida mientras se realice con alegría, no se trata de una “obligación” sino de algo que queremos hacer, una tarea que acometemos con gusto, de forma desenfadada y con buen humor. Tras una semana de repetición, podemos elegir una nueva acción y repetir el proceso.

No debemos agobiarnos si alguna vez olvidamos realizar el ejercicio a tiempo, pero es preferible hacerlo tarde a no hacerlo, así nos confirmamos a nosotros mismos nuestro compromiso. Si nos resulta realmente difícil acordarnos a tiempo, podemos ayudarnos con una nota (procura no recurrir al recurso de la alarma, porque invalidaría el objetivo). Una práctica que nos puede ayudar consiste en, al despertar, visualizar que nos acordamos en el momento justo y realizamos el ejercicio de ese día.

Con este ejercicio se pretende entrenar la paciencia (aunque nos acordemos antes debemos esperar y hacerlo en el momento adecuado); también se mejora la memoria, la voluntad y la conciencia, además fomenta la propia iniciativa en contraposición a “seguir” las decisiones e iniciativas de los demás.


3.- Equilibrio del sentimiento

Este tercer ejercicio se realiza al menos dos veces al día y podemos elegir entre dos opciones: reconocer un sentimiento cuando lo estamos experimentando y darle nombre, o tratar de descubrir un sentimiento oculto en una situación en que nos parece que no estamos sintiendo nada.

Cuando hayamos practicado este ejercicio durante un tiempo y nos sintamos preparados, podemos comparar el sentimiento que estamos viviendo con la realidad de la situación y comprobar si ambos se corresponden o no; esto nos ayudará a entender la situación y también a conocer mejor nuestras reacciones.

De eso se trata con este ejercicio, de explorar y comprender nuestro universo sensible, tanto en lo referente a los grandes sentiemientos como a los más sutiles. También nos ayudará a no dejarnos arrastrar por las emociones, de manera que consigamos un mayor equilibrio y más calma interior. La observación “no empañada” por las emociones nos permitirá ser más objetivos y, finalmente, darnos cuenta de que no “somos” esos sentimientos, tan solo los “tenemos”.

4.- Fomento de la positividad

Este ejercicio consiste en encontrar lo positivo dentro de lo que nos parece negativo; no se trata de enmascarar la verdad y verlo todo a través de unas gafas color rosa, sino de ser capaz de ver lo negativo “y” lo positivo, no solo la cara oscura de la situación.
Pregúntate qué puedes aprender de cada situación; si ya ha pasado, procura mirar hacia atrás y realizar una evaluación, ver tanto lo positivo como lo negativo con la mayor objetividad posible, aprender de lo ocurrido. Esto nos ayudará a superar nuestras opiniones prefijadas y prejuicios, y a dar el siguiente paso tras la unión del pensar y el sentir.
Con este ejercicio se pretende trascender lo negativo (que no ignorarlo) al ser capaces de observar la situación desde distintos ángulos. Este multiperspectivismo nos conduce también a un juicio más objetivo, libre de prejuicios que empañen la realidad.
Los obstáculos que podrías quizá encontrar al realizar este ejercicio es que estés tan enfocado en lo negativo que no seas capaz de ver nada positivo; también puede ocurrir que los prejuicios han crecido con tanta fuerza dentro de ti que se hayan vuelto algo “fijo” y no te resulte fácil trascenderlos; otro obstáculo sería olvidar constantemente hacer el ejercicio. En los tres casos necesitaremos fuerza de voluntad y hacer uso de toda nuestra claridad para superar los obstáculos.

Para ayudarte con el pensamiento positivo, puedes leer el siguiente artículo en este mismo blog: 
El poder del pensamiento positivo”.


5.- Apertura a la novedad

Este ejercicio consiste en mantenerse abierto a nuevas experiencias, a enfoques distintos, incluso a ideas que en principio se contraponen a las que ya teníamos. Una práctica interesante al respecto puede ser observar con “ojos nuevos” lo que vemos cada día, lo que ya damos por sentado y creemos conocer; se trata de estar abierto a experimentar como nuevo lo que ya conocemos.

A veces, cuanto más conocemos nuestro entorno (o durante más tiempo hemos estado inmersos en él) menos lo vemos como es realmente; lo que ocurre es que nuestros juicios lo van empañando hasta impedirnos verlo con claridad. Nuestro trabajo consiste en usar bien los sentidos en lugar de juzgar (al juzgar conectamos a la persona o cosa con algo que ya conocemos, pero la mayoría de las veces esa conexión no es “justa”, no tiene nada que ver con la realidad, y una vez hecha en nuestra mente la conexión no profundizamos en el conocimiento verdadero.

Mantener una actitud “curiosa” respecto a nuestro entorno es también una buena práctica de cara a realizar este quinto ejercicio.

6.- Armonía interior

Este sexto y último ejercicio cosiste en combinar todos los demás para lograr una vida armónica. Detectaremos en qué áreas de nuestra vida falta equilibrio y practicaremos los ejercicios adecuados para dar equilibrio donde sea necesario. Por ejemplo, si observamos que nos falla la voluntad, podemos volver a realizar el segundo ejercicio durante el tiempo que consideremos oportuno.

Estos ejercicios no son algo rígido, tú tienes el control sobre la práctica, puedes hacer una pausa, ver cómo funcionas en todas las áreas y más adelante volver a realizar los que necesites. La ideas no es practicarlos durante seis meses y luego olvidarse de ellos sino crear un estilo de vida que en realidad comienza con este sexto ejercicio. Todas estas pautas son en realidad una ayuda para conseguir un estilo de vida armónico donde el pensamiento, el sentimiento y la voluntad funcionen unidos y acordes, en armonía, en un alma fuerte y estable. Una vida, en resumen, más equilibrada, más positiva y más feliz.



El poder de nuestra reacción

A veces nos creemos atrapados en una situación que nos hace infelices, probamos una y otra vez a cambiar la situación o a la persona que nos hace sentir mal pero no lo conseguimos y cada vez tenemos menos esperanza de poder llegar a salir de ese agujero o de ese círculo o relación que no nos aporta más que sufrimiento. Nos preguntamos por qué no conseguimos cambiar a esa persona o esa situación, y la respuesta es muy sencilla: no podemos (ni debemos) cambiar a otra persona, y muchas veces simplemente no está en nuestra mano cambiar la situación, porque hay factores que no podemos controlar y que, seguramente, no necesitamos controlar.

Sin embargo no tenemos por qué sufrir eternamente, sí que tenemos poder para mitigar ese malestar, pero nuestro poder radica en cambiar nuestra propia reacción a esa persona o situación, nuestro punto de vista, nuestro enfoque del "problema". Los hechos son hechos, las situaciones solo situaciones, y las personas son como son, no como queremos que sean, reaccionamos de forma distinta dependiendo de nuestro enfoque, y tú puedes elegir reaccionar de forma negativa y sufrir por ello o de forma positiva y vivir más relajadamente. Te apunto algunas ideas que podrías poner en práctica con objeto de cambiar tu reacción y por tanto llegar a mejorar tu estado en situaciones o frente a personas difíciles.

Cambio de zapatos

Aunque te resulte difícil ya que cierta persona es, a tus ojos, parte de la causa de tus problemas, trata de ponerte en sus zapatos, de entender su situación y descubrir por qué se comporta de la forma en que lo hace. Pregúntate por qué reaccionas así a esta persona y trata de responder con total honestidad, intenta no quedarte en la causa superficial sino ir más al fondo de la situación, seguramente te sorprenderá lo que encuentres.

El alma inocente

Bajo el comportamiento neurótico, el ego desmesurado y el corazón cerrado hay un alma inocente, una expresión de lo divino encarnada en un cuerpo con una historia, al igual que existe una esencia divina expresándose a través de tu propio cuerpo, detrás de todos los defectos y virtudes. Cuando tengas un encuentro especialmente difícil, trata de ver al alma inocente en el interior de esa persona y recuerda que estás unido a él/ella a través de la energía que nos conecta a todos. Puedes jugar a imaginar que te encuentras por primera vez con esa persona, sin las experiencias pasadas ni la opinión que te has ido formando de él/ella, y ábrete a conocer a esa persona esperando lo mejor de ella.

Entiéndete a ti mismo

El autoconocimiento es una parte importante del puzle de la felicidad, así que observa lo que haces y averigua el porqué, considera con detenimiento tus reacciones y comportamientos e intenta detectar los verdaderos motivos que se esconden tras tus actos. Detente y piensa antes de actuar, considera tus motivos antes del siguiente movimiento.

Considera las consecuencias

Ten en consideración tus reacciones; si actúas desde la ira o la frustración, lo más probable es que recibas una respuesta proporcionalmente negativa. Trata de reaccionar de forma más sana y positiva, y recibirás mejores respuestas. Si realmente te cuesta tener una reacción positiva, trata al menos de ofrecer una respuesta neutral a la situación.

Todos somos aprendices

Si la vida es un aula y la gente nuestros profesores, busca la lección oculta en cada situación. Pregúntate por qué atraes a determinadas personas o situaciones a tu vida, descubrirás un patrón en lo que normalmente atraes y ese patrón te está pidiendo que aprendas algo importante. Cada situación es una oportunidad de crecer, de avanzar como persona, y cuando miras el mundo de esa manera, éste se vuelve ante tus ojos un lugar más interesante y menos doloroso.


Evitar el dominio del yo

El yo te aparta de tu esencia divina, te obstaculiza la conexión con el ser spiritual que eres. El yo es lo que no eres, está compuesto de lo que piensas, de lo que crees, de lo que te enseñaron, de las opiniones de otros que integraste, de los juicios y prejuicios, de las emociones, los miedos y la falsa imagen de ti mismo que proyectas a los demás, el yo es la mentira que se interpone entre tú y tu esencia divina, el ser de luz que realmente eres.

Durante nuestra vida se nos enseña (casi siempre inconscientemente) a mantener el dominio del yo, así es el ego quien dicta nuestros comportamientos, determina nuestras relaciones con otras personas y con el entorno, y domina en suma nuestras vidas.

Para evitar este dominio del yo y conectar con nuestra esencia divina, para desarrollar nuestra espiritualidad y ser más y más quien en esencia somos, más auténticos por tanto, te puedo proponer algunos “ejercicios” o hábitos saludables.

Escuchar

Cuando alguien te está hablando, trata de centrarte en lo que esa persona está diciendo, evita pensar en lo que le vas a contestar mientras habla, o de que tu pensamiento divague. Trata de no juzgar lo que está diciendo o de formar una opinión antes de escuchar todo lo que tiene que decir, no interrumpas ni trates de corregir. Refrena en lo posible el impulso de hablar de tu propia experiencia (a menos que te lo pidan) y de ti mismo, pues es un impulso del ego y haciéndolo lo alimentarás, céntrate en la otra persona, no en ti mismo. Descubrirás que asi aumentan las posibilidades de entender y conocer mejor a esa persona, además esa persona se sentirá escuchada y su actitud hacia ti será más positiva y abierta que si, por ejemplo, tratas de dominar la conversación con tu ego.

Corregir el afán corrector


No hay nada con que el ego se complazca más que con la corrección; al corregir a los demás estamos dando a entender que somos mejores que ellos, que estamos por encima y que tenemos razón. Ésta es una tendencia que alimenta al yo, nuestro Yo Superior sabe que nadie es mejor ni más valioso que otra persona, y probablemente el hecho de decir o escribir o actuar “a la perfección” (a veces simplemente según nuestros cánones de perfección) no sea tan importante para los otros como lo es para nuestro ego. Establecer como costumbre no corregir a otras personas delante de terceros es una práctica sana para menguar el poder del yo.

Juicios y prejuicios


El ego se refuerza con cada juicio que hacemos, pero estos juicios están basados en las apariencias y en las ideas que otros nos han ido inculcando a lo largo de nuestra vida; el juicio es producto de la mentira con que la mente nos presenta el mundo. Un sano ejercicio al respecto consiste en, cada vez que notamos que estamos a punto de emitir un juicio sobre alguien, detenernos a pensar de donde viene esa idea, en qué está basado el enjuiciamiento.

Aún peor es el prejuicio, que está formado por esas mismas ideas pero también por patrones arraigados en nuestro interior y que han ido componiendo el yo. Cuando prejuzgamos a alguien estamos interpretando los comportamientos de otros de acuerdo con los criterios que nuestro ego establece, por lo tanto el yo se alimenta y fortalece con cada prejuicio al que damos credibilidad y validez. El mismo ejercicio es válido aquí, pregúntate por el fundamento de cada uno de tus prejuicios.

Perdonar… aceptar


Busca en tu pasado un episodio en el que alguien te ofendió, algo que aún te escuece y no has perdonado, que aún te afecta cuando piensas en ello. Esfuérzate por comprender las fuerzas que movieron aquellos acontecimientos, intenta ponerte en el lugar de la otra persona sin juzgar su comportamiento y evitando centrarte en ti ofendido o dolido o molesto. Muestra tolerancia y amor hacia esa persona e intenta descubrir con honestidad lo que ambos teníais que aprender de aquella situación. Descubrirás que puedes sentirte agradecido por la oportunidad que aquel incidente te ofreció a la hora de aprender cierta lección de la vida.

Relaciones sanas

El yo desea que creamos que estamos desconectados de los demás, así nos dice que somos solo cuerpos físicos separados del resto y que nuestra relación con los demás consiste en poseer esos cuerpos, en dominar o ser dominado, en un intercambio meramente físico basado en la atracción del instinto. El Yo Superior, sin embargo, sabe que todos estamos conectados, y que el Amor es la expresión pura de esa conexión. Atrévete a decir lo que sientes por el otro, incluso aunque pienses que no reaccionará como te gustaría, porque al correr ese riesgo debilitas al yo, que solo quiere mantenerte retraído y temeroso. No tengas miedo de entregarte con confianza a una relación, porque la entrega y la confianza son la base de la conexión.

Posesiones y adicciones

El ego quiere hacernos creer que somos seres incompletos, que no nos basta con nosotros mismos para sentirnos llenos; el yo nos convence de que la única forma de llenar el vacío es adquiriendo cosas (la posesión) y entregándonos a placeres de efecto inmediato que nos acaban haciendo dependientes de ellas (la adicción). La lucha que supone tener que llenar constantemente ese vacío, nos distrae de la tarea de mirar a nuestro interior y de llega r a conocer la paz y la armonía de conectar con nuestro Yo Superior. Así mismo, entregarnos a las adicciones –no hablamos aquí solo de drogas, alcohol o cafeínas sino también de la constante necesidad de aprobación, la acumulación de dinero o el éxito externo– es indicativo de que el ego está llevando las riendas de nuestro comportamiento. Un ejercicio para evitar dejar que el yo nos arrastre por este camino es convertirnos en observador de nosotros mismos, observa las reacciones de tu cuerpo, observa el ansia en lugar de convertirte en el ansia.

El pensamiento malsano

El pensamiento malsano consiste –simplificando– en ver lo malo en lugar de lo bueno. Este patrón de pensamiento te convence de que todo es en potencia o en acto un problema, las cosas no van como deberían y te sientes molesto. Este malestar es perfecto para el ego, ya que al encontrarte sumido en las preocupaciones y el malestar, te mantienes apartado de tu Yo Superior. La negatividad que provoca el pensamiento malsano solo puede atraer más cosas negativas, ya que aquello en lo que nos enfocamos es lo que atraemos. Como ejercicio para evitar el pensamiento malsano y la negatividad, trata de comportarte como un paranoico pero al contrario, en lugar de pensar que todos están en tu contra y que todo se vuelve constantemente contra ti, hazte a la idea de que el mundo conspira a tu favor y de que cada persona a tu alrededor está dispuesta a ayudarte.

Los ejercicios propuestos para trabajar estos siete aspectos de nuestra relación con el yo te pueden ayudar a dar menos y menos control a tu parte mortal y a conectarte cada vez con mayor facilidad a tu parte espiritual; cuando el Yo Superior va tomando más fuerza y debilitándose el ego, la paz y el equilibrio estarán cada vez más presentes en tu vida.

El observador

La clave de esta serie de ejercicios es "observar", observarnos a nosotros mismos, lo que pensamos, lo que sentimos, cómo vemos el mundo y cómo lo experimentamos. Te iré proponiendo ejercicios de "observación" que te ayudarán a dejar de identificarte con la mente y darte cuenta de que no eres tus pensamientos, ni tus sentimientos, ni lo que te han enseñado o cualquier aspecto externo de tu persona, eres mucho más que todo eso; un ser divino cuya esencia está deseando que conectes con ella.

Observar al que piensa: 

Trata de observar tus pensamientos "desde fuera", tú no eres esos pensamientos, luego puedes observarlos como una entidad separada de ellos. Intenta anotar (o simplemente puedes tomar conciencia de ello) qué dirección siguen tus pensamientos en las distintas situaciones del día a día. ¿Te enfrascas en una idea y le das vueltas y vueltas durante horas?, ¿vas saltando de tema en tema?, ¿sigues siempre el mismo patrón de desarrollo de tus ideas? Nota que es tu mente la que crea esas ideas, no tú, y observa sus procesos. De esta forma dejarás de identificarte con tu mente; empezarás a utilizarla como el instrumento que es y no te utilizará ella a ti como ocurre cuando te identificas con esta "parte" de ti que no eres tú.

Observar al que siente: 

Trata de ser testigo de tus emociones, obsérvalas "desde fuera". Tú no eres tus emociones, pero puedes perderte en ellas u observarlas desde una posición exterior, sin que tomen el control de todo tu ser (que es lo que ocurre cuando te identificas con ellas) Obsérvate reaccionando a las situaciones de la vida diaria, ¿qué te saca de tus casillas?, ¿qué te irrita o te molesta?, ¿qué te hace sentir frustración o te indigna?, ¿qué te asusta o te acobarda impidiéndote dar el siguiente paso? Trata de ser consciente de cómo lidias con tus propias emociones, sin juzgarte ni valorar nada, simplemente observa. El propio hecho de observarte desde fuera hace que dejes de identificarte con la mente que provoca esas emociones y, por tanto, dejas de darle poder para volverte más independiente.

Observar con nuevos ojos:

Trata de mirar el mundo con "ojos nuevos", observa todo lo que hay a tu alrededor como si no lo vieras cada día; no des nada por sentado, no presupongas que lo que ayer era de cierta forma hoy será exactamente igual... todo cambia constantemente y puedes observarlo si te fijas en los pequeños detalles, en los matices, verás cambios sutiles que te harán consciente de la constante evolución de todo cuanto te rodea.

NUEVO ejercicio
Observar al que escucha... y escuchar al que habla: 

Cada vez que te sea posible, trata de darte cuenta de cuál es tu actitud en las conversaciones en las que estás involucrado. ¿Escuchas con atención lo que dice la/s persona/as que habla/n o estás elaborando lo que vas a decir mientras esperas a que la otra persona deje de hablar? La escucha activa es uno de los métodos para estar en el presente; cuando escuchas realmente a alguien, además de estar recibiendo información que podría serte útil y enriquecedora, estás viviendo el presente, en cambio cuando piensas en lo que vas a decir mientras el otro habla, te robas de tu propio presente, te situas en un futuro que no existe y pierdes la oportunidad de asumir una información que podría ser importante, además de rechazar lo que otra persona te está ofreciendo.






La no-identificación con la mente

Durante tantas veces como te sea posible a lo largo del día, dedícate a tus quehaceres habituales poniendo atención a cada detalle; trata de no divagar mientras realizas tu trabajo, concéntrate en la tarea específica del momento concreto; no pienses en el resultado de tu acción ni en el camino que has seguido en su realización, solo presta atención a los detalles del momento presente y disfruta de la actividad por la actividad en sí misma. De esta forma te mantendrás en el Ahora en lugar de dejar a tu mente saltar entre el pasado y el futuro robandote del único tiempo real, el presente; al mismo tiempo dejarás de identificarte con la mente, restándole poder y asumiendo tú mismo el control de tus acciones y de tu pensamiento.